The life that many wish for ~ [Priv. Annie Leonhardt]

Ya había pasado tiempo desde que visitaba el Muro Sinna, la verdad es que solo pisaba aquel terreno cuando la legión de reconocimiento era convocada por el mismísimo rey en persona ya fuese para que le reportaran mediante sus soldados personales avances sobre la investigación acerca de los titanes, tanto las debilidades de los mismos como sus fortalezas y demás. Lo curioso es que aquello solo sucedía una vez cada 3 o 4 años, en pocas palabras era muy raro que el escuadrón de reconocimiento fuese llamado al interior de aquel muro que brindaba la máxima seguridad y comodidad a sus habitantes.

Esta sería la segunda vez que los cascos de su caballo tocaran aquel distrito junto con un pequeño grupo de cinco personas, hasta eso el número de legionarios tenía que ser reducido para no llamar mucho la atención. Reiner no estaba con él en esos momentos ya que este había sido llamado con otro grupo, en cuanto se les permitió desmontar tanto a sus compañeros como a él sintió un gran alivio, ya que era un poco tedioso y cansado estar en la montura del caballo la mayor parte del tiempo. Decidió entregarles su caballo a los encargados de los establos para recorrer el lugar a pie sin problema alguno, lo que alcanzaba a ver mientras caminaba tranquilamente por las calles que parecían talladas en mármol debido a su pulcritud y brillantez, eran viviendas construidas con extremo cuidado y a detalle, se lograba notar a simple vista la diferencia en poder adquisitivo de los demás distritos.

Él había querido esa vida de paz y tranquilidad en un principio cuando era apenas un recluta pero al parecer había cambiado de opinión al final, la mayoría de los que se habían planteado el meterse en la Policía Militar se habían decantado por la Legión de Reconocimiento por una u otra razón que considerasen de peso, pero había alguien que no había desviado su atención hacia otro escuadrón y se había quedado hasta el final con esa misma decisión: Annie Leonhardt, quien ahora formaba parte de la Policía Militar.

Parpadeo un poco al recordarla pero su expresión pasiva no cambio ni un ápice puesto que esa forma de ser era de esperarse en Annie, él ya sabía cómo era ella y la respetaba por lo mismo ya que se mantenía firme en sus decisiones. Levanto su mirada azul oscuro hacia el frente saliendo de esa manera un poco de sus pensamientos y deteniendo su andar cerca de un restaurante de comida, ahora que recordaba no había desayunado nada y lo que lograba ver en el menú de aquel local al volver su mirada donde este le hacía babear un poco, vendían carne era lo bueno de estar dentro del Muro Sinna y en cualquiera de sus distritos, podías comer carne siempre que la pudieras pagar. Así que sin dudarlo sacó su pequeño saco de tela lleno de moneditas y las vació poco a poco sobre la palma de su mano libre para comenzar a contar.

-Uno…dos...tres…ehh…- se detuvo al voltear a ver el precio de lo que quería comprar y luego ver de nuevo sus monedas, aquello le hizo cerrar sus ojos un poco decepcionado y suspirar, no completaba para aquel filete de res que deseaba probar puesto que costaba 60 monedas y él apenas llegaba a 35, así que volvió a guardar sus moneditas en aquel pequeño saco de tela y se sentó en una banca cercana al restaurante mientras volvía su mirada hacia el cielo despejado de la mañana.

-¿Qué estará haciendo Annie?...espero que ella si haya comido algo…- mientras decía aquello en voz baja y con ligera curiosidad y preocupación entremezclada, bajaba su rostro y apoyaba sus codos sobre sus rodillas prefiriendo mejor ver el suelo, suponía que así se distraería un poco y dejaría de pensar en llenar su estomago con comida que no podía pagar.

¿Cuánto tiempo llevaba deambulando ya? Realmente no lo sabía ya que su percepción se encontraba siendo totalmente opacada por sus ansias de acabar de una vez por todas aquella guardia que generalmente le tocaba realizar día a día. Si bien, Annie era alguien que realizaba todos aquellos mandatos –aunque le pareciesen ciertamente molestos– que sus mayores le encargaban, colocándoles gran esfuerzo y pulcritud en ello debido a que todo lo que se proponía a hacer la rubia debía de ser perfecto y agraciado, sin señal alguna de errores o equivocaciones. Podría afirmarse que, era algo obsesiva compulsiva si se trataba de órdenes, dirigidas hacia ella, sin embargo, se debía de considerar también como un don divino ya que pocos soldados podían colocarle el mismo empeño que ella a cada misión que se les asignaba. Sin embargo, comenzaba medianamente a exasperarse a causa del ambiente que le rodeaba. ¿Por qué? Simple… Su compañera de guardia, Hitch, quien no dejaba de pronunciar comentarios absurdos al aire mientras caminaban de una forma tortuosa entre las avenidas de la muralla Sina. La joven Leonhardt no era alguien irascible no obstante, si la situación se torna verdaderamente pesada, podría llegar a demostrar un comportamiento molesto y aún más distante de lo que su psicología describe, siendo uno de aquellos tantos casos el que ahora se presentaba. ¿Qué hacer? Sencillo… Simplemente se alejó de aquella inmadura  e incipiente mujer, perdiéndose entre lo que sería la multitud de personas que se situaban en el Distrito Stohess.

No le interesaba en lo más mínimo si llegaban a llamarle la atención por su acción tan desconsiderada, no obstante, era algo dudoso el que ella perdurase un tanto más al lado de aquella fémina. Colgando ahora el rifle tras su espalda, sólo se dispuso a andar entre las avenidas de aquel distrito, mientras fijaba su mirada en las diversas caras que pasaban con recelo frente a ella, rostros que, sólo vivían de apariencias y clara corrupción ya que, Sina se consideraba un antro de aquello debido a que los más poderosos se permitían pisotear a los más débiles, describiendo de ésta manera la inolvidable cadena de la vida.

Suspiró con cierta pesadez mientras afirmaba ahora su mirada en lo que sería uno de los tantos religiosos que se podían encontrar dentro de la muralla más protegida. Aquel sólo alegaba, como si se estuviese jactando de ello unas simples palabras las cuales hicieron gran eco entre sus cavilaciones: "No hay nada que pueda derribar ésta muralla… Aunque caigan María y Rose, Sina seguirá en pie." No pudo evitar detenerse a verle sólo por unos segundos, ésta vez de una manera fija y escueta, sin balbucear o siquiera inquirir algo en contra de aquellos fundamentos ya que sólo sería una estúpida pérdida de tiempo, al menos para sí puesto que ella opinaba todo lo opuesto a aquellos vocablos. Si el segundo muro caía… Llegarían a su triste fin. Tan simple como aquello.

Evitó el mirarle por demasiado tiempo, decidiendo ahora seguir su camino y acabar al fin aquella guardia que, extrañamente le había resultado tan molesta en aquel día. ¿Hitch tenía algo que ver con ello? Generalmente sólo ignoraba los comentarios tan infantiles que pronunciaba al aire ya que sólo lo hacía con intenciones abstractas y de herir a quienes la rodeaban, aún con todo, Annie no era un ser del cual pudiesen intentar si quiera herirle puesto que, su comportamiento mismo no lo permitía. Era dura, fría y taciturna, como si se tratase de una dama de hielo misma por lo que lo primeramente dicho no era la respuesta a su estado de ánimos.

Un nuevo suspiro pesado se escapo de sus labios, siendo éste más largo y menos sonoro, casi como una exhalación lenta y tortuosa. Por suerte, el Distrito Stohess se encontraba en plena tranquilidad, algo totalmente extraño ya que se sabía rotundamente que Sina era uno de los lugares en donde la corrupción reinaba… Aún con todo, sabían ocultarlo perfectamente.

Sus pisadas denotaban cierto sosiego, mientras el rifle tras su espalda se movía de una forma lenta y calmada, al mismo compás de sus pies, andando entre todas aquellas personas que se encontraban en la avenida en donde ella se situaba deambulando. Algunos detenían su mirar en ella, sólo para admirar el escudo que se ubicaba tras de sí, justamente en su espalda, verde y resplandeciente, dando la ilusión de grandeza y honor. Pocos poseían el valor para convertirse en soldados, siendo Leonhardt uno de aquellos escasos.

Aún con todo, a pesar de demostrar cierta calma en sus gestos, su mirar demostraba otra cosa… ¿Sorpresa? Quizás, puesto que, sus pasos se habían detenido sin previo aviso. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Si algo era cierto es que, era considerablemente dificultoso el acceder a los territorios de Sina entonces, ¿qué hacía allí? Frunció sus labios mientras desviaba su mirar hacia un lado un tanto distraída. ¿Por qué Berthold Fubar se encontraba en Stohess en aquel preciso instante? Esperaba que no se tratase de algo grave ya que no era usual apreciar a Legionarios en aquel lugar.

Optó entonces por acercarse hasta él, quien se encontraba con el rostro gacho y sentado sobre una banca, permitiéndose a sí misma el andar en un paso calmado e impasible, sin llegar a apresurarse, luciendo una fisionomía indiferente y claramente somnolienta, algo que era usual en su general expresión. Detuvo su andar cuando ya se precisó a una cercanía justa, sin llegar a quebrantar una distancia prudente entre ambos cuerpos. Le apreció de manera fija, casi como si quisiere escudriñarle con su mirar. — ¿Qué haces aquí? — Fue lo primero que se escapó de sus labios, en un tono aceptable para su persona, demostrando cierta lejanía en sus palabras y siendo exacta en éstas mismas, sin necesidad de agregarle saludo alguno o cierta formalidad.

Mantenía su mirada baja pensando en diversas cosas, algunas importantes para él y otras no tanto para después escuchar de nuevo el sonido de su estomago el cual le hizo avergonzarse un poco, pero no levanto la mirada ni mucho menos hasta que escuchó unos pasos dirigirse donde él y una voz muy familiar, ¿era Annie?, de todas las personas que se pudo haber encontrado en Stohess se había topado con Annie, aquello era una de miles de oportunidades y esta le había tocado a él por extraño que pareciese.

Quiso levantar su rostro para confirmar sus dudas, era Annie en verdad lo era, pero él no sonrió por mucho que quisiera no lo hizo, al contrario se puso ligeramente nervioso siempre se ponía así al encontrarse ya sea con Reiner o con Annie y peor aun si se topaba con el cabo Rivaille. Berthold era así un tipo tímido y por lo mismo poco conversador.

-¿Annie?...- decidió levantarse de donde se encontraba sentado por respeto a Annie -Emm…hola…bueno, estoy aquí porque nuestro cabo quiere entregarle al rey información sobre los titanes que hemos visto el día de hoy y yo no comí nada en el día así que estoy viendo para que me alcanza- le sonríe un poco y le muestra el menú de comida que estaba fuera de aquel restaurante, la verdad él no sabía qué hacer en esos momentos no tenía el dinero suficiente para comprarse algo de comer y tampoco tenía para invitarle algo de comer a Annie.

Volvió su mirada donde ella ya que había volteado a ver el menú - Y  ehh…¿tu ya comiste algo?...si no, podemos buscar algún local más barato si quieres…- le sugirió de manera amable lo último, para luego escuchar que su estomago volvía a hacer un sonido extraño como si tuviese un animal adentro gruñendo, aquello le hizo bajar su mirada un poco avergonzado mientras colocaba una de sus manos sobre su estomago y la contraria sobre su nuca -Emm…ehh…no hagas caso de eso, me ha estado pasando toda la mañana - trato de sonar lo más calmado posible mientras volvía su mirada donde Annie pero la verdad es que estaba apenado, le dolía admitir que se estaba muriendo de hambre desde que salieron de Trost, se le había olvidado comer algo antes de salir. Al final bajo sus manos y se coloco firme de nuevo aunque su nerviosismo seguía a flote ya que las yemas de sus dedos índice y pulgar de su mano izquierda se frotaban a sí mismas ligeramente.

No sabía que más contarle a Annie en esos momentos de por si ya se sentía algo nervioso con ella enfrente así que prefirió guardar un poco de silencio en esos momentos y bajar su mirada ligeramente, ¿por que siempre se sentía un tanto intimidado cuando estaba cerca de Annie? a pesar de que ella era más bajita que él, suponía que era por aquella mirada que siempre se cargaba la cual no se sabía si era de enojo o aburrimiento o tal vez ¿ambos sentimientos entremezclados?, quien sabe pero el punto era que se sentía ligeramente temeroso aunque lo podía disimular perfectamente solo presentando un semblante tranquilo y neutral.

Se podría decir que Annie generalmente no hablaba demás y si llegaba a hacerlo, se debía a que el tema a discutir era verdaderamente importante, sin embargo, en casos opuestos al ya mencionado, habitualmente guardaría un silencio largo o sólo expondría sus puntos de vista en vocablos exactos y precisos, sin llegar a la necesidad de gastar más saliva o hacer trabajar mucho más a sus cuerdas vocales. Quizás a muchos le resultaría molesto aquella cualidad de la rubia, no obstante, era prácticamente imposible el hacer que cambiase dicho aspecto. Se permitió entonces escudriñar de una forma más diligente al joven frente a sí con su mirada, siendo que éste lucía algo consternado o al menos eso era lo que ella podía apreciar o lo que su cerebro entendía, aunque claro, era usual que Berthold tuviese esa apariencia puesto que se conocía plenamente la perspectiva de su usual comportamiento, tranquila y sumisa. Ciertamente era un muchacho que se preocupada más de lo necesario por todo lo que le rodeaba.

Al escuchar su nombre, sólo se dispuso a prestar su total atención al joven que por cortesía, se levantaba de su asiento. No pudo evitar alzar su mirada para verle el rostro; sin duda alguna era alguien mucho más alto que ella o es que ella era mucho más pequeña que quienes le rodeaban, de cualquier forma, era algo que no importaba en aquellos instantes; sólo deseaba oír una respuesta exacta y precisa a la incógnita que había planteado y aquello, se lo había brindado perfectamente Fubar. Libero un pesado y largo suspiro, siendo éste imperceptible y sólo confundiéndose con una exhalación duradera y tortuosa cuando acababa al fin de escuchar prácticamente el reporte que le habían expresado. Admiró entonces el menú que se hacía notar fuera del restaurante, ofreciéndole una vista rápida y luego, regresando sus orbes celestes hasta el muchacho.

Entonces, en cuanto Berthold regresó su mirar hasta ella, fijó sus orbes en los contrarios, casi como si se adentrase en lo más profundo de su ser, aunque claro, aquello no lo hacía conscientemente más sólo se trataba de mera inercia. Posterior a ello, ante lo escuchado negó levemente con la cabeza, sin esforzarse demasiado en dicho gesto. — Realmente no tengo nada de hambre. — Articuló en un tono mediano y lo suficientemente audible, siendo la segunda oración que la rubia mencionaba en los pocos minutos que había visto a su compañero de la cuadrilla número ciento cuatro. — Es algo dificultoso el que trates de buscar un puesto más accesible… Aquí sólo hay burgueses que pueden pagar tan altos precios. — Finalizó todo aquello que debía expresar con lo precedentemente indicado. Si algo era cierto, Leonhardt era una experta al derrumbar ilusiones, siendo realista en todo lo que objetaba. Aún con todo, lo que había indicado fue totalmente opacado por lo que parecía ser el gruñido de un animal o varias cosas moviéndose dentro del estómago de la persona frente a sí, alzando y bajando de esa manera sus cejas tan sólo diminutamente ante la sorpresa, ¿qué no había comido nada? Los soldados gastaban mucha más energía que cualquier habitante de las murallas por lo que debían de tener un buen almacenamiento de ésta misma en sus vientres.

En aquel tiempo Annie decidió ser amable… O quizás no tanto. Para ella no era amabilidad, sólo se trataba de simple sentido común. Frunció sus labios mientras bajaba su diestra hasta los bolsillos de su uniforme, palpándolos con levedad, buscando lo que sería unas cuantas monedas de lo que había recaudado en toda su estadía dentro de Sina. Sacó de esa manera una pequeña bolsita de tela, algo áspera y marrón, extendiéndosela con un gesto indiferente al muchacho, sin ánimos de seguir escuchando aquellos gruñidos que lanzaba al aire su estómago. — Podrías completar o comprar algo con esto… — Agitó con levedad lo que sostenía, permitiéndole escuchar al contrario el sonido de lo que se encontraba dentro, al menos para que tuviese una pista y no dudara en tomarlo. Sinceramente, al pertenecer a la Policía, podía permitirse aquella acción ya que, realmente no necesitaba aquellas monedas debido a que cubría sus necesidades básicas estando en la milicia.