With your permission [Priv. Eléftheros]

Una leve brisa surcaba las calles del distrito Karanese, los tendederos con ropa se ajitaban a voluntad del noble viento y los residentes de aquél distrito ya comenzaban una nueva jornada. Era una agradable mañana, el cielo totalmente despejado y el sol que ya se situaba muy por arriba de las murallas eran los acompañantes de Heinrich que a cada paso que daba por las calles de aquél lugar no podía evitar pensar en todo lo que la humanidad había perdido cada vez que los titanes avanzaban y es que es totalmente razonable que el joven se sintiece de esa manera, los territorios perdidos, las innumerables victimas sin sentido eran razones para sentirse de muchas maneras.

Hace unas semanas a oídos de Heinrich habían llegado comentarios de una unidad especial dentro de la legión de reconocimiento encargada de eliminar titanes incluso en situaciones completamente adversas y con altas posibilidades de muerte  por parte de sus miembros. A ojos del joven era la forma perfecta de hacer frente a la amenaza de los titanes, estar en primera linea frenando al enemigo y con eso contribuir de forma directa a la victoria de la humanidad. Así fue como logró llegar hasta el distrito Karanese donde se encontraba el líder de la división, si quería formar parte de aquellas filas debía hablar con él y someterse a su veredicto.

- Muy bien, creo que aquí es  -Una vez encontrado el lugar que se le había indicado Heinrich no dudo en entrar ya había tomado su decisión y no estaba dispuesto a echar marcha atrás, a paso firme pero a la vez relajado y lucido ingreso en el despacho de quien era la autoridad máxima dentro de la división, el líder Eléftheros. - Con su permiso - dijo el joven mientras caminaba hacia el centro del despacho y adoptaba el saludo militar . - Soy Heinrich Rehbein  y he decidido formar parte de esta división - los ojos de Heinrich se clavaron en el lider, no era propio de él hablar y no mirar a los ojos.

Ajá -dice tras escuchar las palabras del soldado. Estaba, como era costumbre en él revisando documentos, tomando notas y, de tanto en cuando, mirando un mapa de la zona entre el muro Rose y el muro María, el territorio que los titanes conquistaron hace tan solo 5 años.

La sala en la que ambos se encontraban no parecía ser el típico despacho de soldado de la escala de sub-oficiales, eso era algo que estaba más que claro. El lujo era algo que saltaba a la vista nada más entrar por la puerta y ver las paredes, el suelo o el mobiliario. Un detalle que saltaba a la vista era, sin duda alguna, la lámpara de cristal que colgaba del techo. La luz se reflejaba por estos pequeños cristales e iluminaban la totalidad de la sala sin problema alguno con un brillo ligeramente tenue, lo cual daba la impresión de una mayor majestuosidad al brillar las paredes de color caoba.

- Rehbein, ¿verdad? - preguntó con un tono de voz muy frío y carente de emoción alguna. Prácticamente estaba demostrando lo poco que le importaba el recién llegado y el poco interés que tenía en él. Tras rebuscar en sus documentos, encontró el expediente de este y, tras leerlo, dejó este en su escritorio y colocó la mano izquierda por encima de la derecha. Ambas reposaban sobre la mesa que compartía color y material con las paredes. Dejó escapar el aire de sus pulmones de manera sonora.- Adelante, véndeme el caballo. ¿Por qué he de siquiera tenerte en cuenta para las pruebas?

- Muy bien -fue la única respuesta que pudo recibir de parte del hombre que vestía de gabardina negra y camisa rojo vino. Lo había escuchado atentamente y no había despegado su atención del tipo que decía querer entrar en su grupo en ningún momento. Al menos, así fue hasta que dijo eso de "recuperar el honor de la humanidad". Si había sido capaz de decir esa tontería según él, todo lo que vendría detrás solo sería un enorme tren de sueños e ideales que parecerían más de un crío que recién entra como recluta que de un soldado hecho y derecho.

El noble ser se quitó las gafas, carentes de montura por la parte superior, y se frotó el ceño con los dedos índice y pulgar de la mano diestra mientras dejaba que el aire saliese de forma sonora de sus pulmones. Miró sus gafas para comprobar que no estaban sucias y luego volvió a ponérselas. Un gesto que podía denotar un completo desinterés por las palabras del soldado que yacía de pie frente a él. Tras un momento de silencio, volvió a dejar que la sala se inundase con su voz.

- Voy a reconocer que ha sido un buen chiste. No vuelvas a hacerlo. Mira, este sitio no es un patio de recreo. Nosotros no montamos a caballo y tiramos millas a ver si no nos encontramos a ningún bicho. Más bien, tiramos millas para ir a acabar con él. Somos un grupo al que simplemente llaman, hace su trabajo, y se marcha. ¿Cual es nuestro trabajo? Luchar contra titanes en condiciones donde otros no podrían hacerlo y, debido a ello, muchos mueren ahí fuera. Si mueres, no lo harás por nadie ni para salvar a nadie. Tu muerte no será honrosa ni habrá servido de nada. Simplemente morirás cuando yo necesite que te mueras.- Un pequeño silencio tras el mini discurso. Sin duda alguna era para dar énfasis e importancia a todo, para meterle miedo al que tenía unas altas expectativas y se enorgullecía de su nombre. Tras un tiempo, volvió a hablar.- Te doy una segunda oportunidad -dijo rotundo y con gran frialdad.- Si no me das motivos para incluirte entre los míos, esta será la última vez que nos veamos.

Tras escuchar el discurso de quien tenía delante el joven decidió cambiar su posición, quito su brazo derecho de su pecho y lo elevó hacia su nuca para acariciar su cabello al mismo tiempo que cerraba los ojos y movía su cabeza suavemente de lado a lado, su instinto le decía que las palabras que había escuchado debía guardarlas en lo más profundo de su ser y recordarlas cada vez que saliese fuera de las murallas ya sea dentro de esta unidad o como uno más de la legión de reconocimiento – Tiene razón, ninguna muerte será honrosa y nadie nos recordará por salir de las murallas cabalgando tan heroicamente, lo que está allá afuera es la realidad, una cruda realidad donde las posibilidades de morir son casi seguras, donde seguimos siendo las presas esperando ser devorados donde solo los más aptos están calificados para conservar su vida–

Heinrich comenzó a reír levemente, una gran cantidad de sentimientos comenzaban a florecer y a desaparecer al mismo tiempo; sus ojos se abrieron para apuntar directamente hacia el líder - He recordado donde estoy parado y que significa ser parte de la legión de reconocimiento, el tiempo se había encargado de nublar mi juicio y debo agradecerle por haber disipado la bruma que me había cegado, ya sea como miembro de esta división o no….– Heinrich hiso una pausa y dirigió su mirada hacia la puerta iluminada por la luz del sol –….Cuando salga por esa puerta será como aquella persona que alguna vez fui – El joven se cruzó de brazos y dio un gran suspiro – Le dije que ahora se muy bien donde estoy parado, esto es la milicia, la legión de reconocimiento donde nos convertimos en armas dispuestas a ser usadas por alguien más y solo hay una cosa que puede hacer un arma….. Asesinar, asesinar una y otra vez, eso es lo que haré si me acepta en su división - Ya no tenía nada mas que decir, ya las palabras habían sido dichas, solo quedaba esperar.

Heinrich escuchaba quieto sin hacer ningún movimiento siempre observando al distinguido hombre que tenía en frente, al parecer a penas se había ganado la atención del líder de la división para otorgarle un lugar entre sus filas, pero aun así un alivio se apodero de su cuerpo. - ¿Una hoja? – murmuro el joven al mismo tiempo que comenzaba a caminar hacia el escritorio para observar lo que contenía aquel papel – Un lugar de encuentro  - pensó mientras observaba la hoja – Muy bien, seré puntual, después de esto no me puedo permitir llegar tarde –

Al ver la señal del líder indicando su  salida, el joven observo por última vez el lugar tan resplandeciente como la luz del sol en primavera y con su mano derecho sujeto la hoja que contenía el lugar de encuentro,  – Que tenga buen día, me llevaré esto – una vez dicho eso, el joven comenzó a caminar a paso firme y seguro hacia la puerta, ahora debía descansar y enfocarse en lo que el líder Eléftheros le tuviese  preparado, cientos de ideas y supuestas situaciones se le pasaron por la mente en lo que demoro en llegar a la puerta y a la calle que pasaba frente a él pero no sacaba nada con eso, en el fondo Heinrich sabía que nada de lo que imaginase estaría siquiera cerca de lo que le esperaba.

El resto del día Heinrich lo utilizó para darle mantenimiento a su equipo de maniobras tridimensional, lo necesitaba al cien por ciento. Luego de eso se dedicó a relajarse y a mantenerse enfocado, sereno.

El día había llegado, aún el sol no comenzaba a asomarse en el horizonte puesto que eran las 4:20 a.m  y Heinrich ya estaba en pie, listo para comenzar el camino que lo llevaría hasta el lugar de encuentro. Con la hoja en mano luego de treinta minutos logró llegar al lugar especificado por el líder y con tiempo de sobra, ya el sol se comenzaba a alzar y la luz que proyectaba le ayudo a Heinrich a observar con facilidad el lugar en donde se encontraba, una verde pradera era todo lo que podía ver a simple vista y claro al líder Eléftheros que se encontraba a unos diez metros de distancia. A paso lento Heinrich camino hacia donde estaba el líder, junto al noble hombre  Heinrich  pudo observar una gran mochila grande que le traía recuerdos de su tiempo en la academia de instrucción. – Buenos días – dijo el joven al mismo tiempo que se acomodaba su equipo de maniobras tridimensional.

Puntual había sido, eso había que reconocérselo. No hacer esperar al noble ser, era algo que le había hecho recuperar algunos puntos que había perdido con el encuentro del día anterior. Lo miró y, sin decir palabra alguna, miró su sombra en el suelo. De los libros había aprendido que, en tiempos más antiguos, las personas eran capaces de conocer el momento del día solo con mirar su sombra, algo que le llamó de sobremanera la atención y que aprendió a controlar con el pasar de los años. Una vez estuviese esta en cierto punto, volvería a mirar al joven "recluta" para, esta vez sí, dirigirle las primeras palabras del día.

- Esa mochila está llena de piedras. En total pesa cerca de 50kg. Póntela en la espalda y corre 10km con ella. Si se cae una sola, la recoges y vuelves a empezar de 0. Tienes 2h para hacerlo.

Una vez dadas las instrucciones el joven respiro profundo todavía analizando la tarea que debía cumplir en un plazo máximo de dos horas, jamás se hubiese imaginado que tendría que correr con la ya famosa mochila a su espalda nuevamente, era ya un clásico de la milicia. Mientras aún le daba vueltas al tema cerrando de vez en cuando sus ojos se preocupó de revisar su equipo de maniobras tridimensional, debía estar todo en orden y bien sujetado a su cuerpo, no quería sufrir un problema por no haber revisado todo antes de comenzar.

Una vez que tuvo la mochila en su espalda, observó el horizonte, cada vez más claro e iluminado por el sol, debía dejar todo en este lugar, no estaba dispuesto a caer ante esta prueba -Muy bien, hagamos esto - lentamente comenzó a moverse aumentando poco a poco el ritmo pero sin precipitarse, primero debía hacer que los músculos de sus piernas, brazos y más importante los de su espalda comenzaran  a calentar para así sacarles el mejor provecho y evitar desgarros musculares, eso ya le había pasado anteriormente y no quería sufrir de lo mismo, no en este momento.

Luego de unos minutos, ya sudando pero con sus músculos rindiendo como debía ser  un silbido repentino derrumbo la concentración del joven recluta haciéndole dar un pequeño salto por el susto y arrojando la primera roca al suelo - ¡Maldición! - rápidamente se detuvo y reintegro la piedra  a la mochila donde estaban las demás - Ufff…sucedió antes de lo que esperaba – mientras comenzaba nuevamente a correr no pudo evitar ver como el líder se le acercaba galopando en un hermoso corcel a toda velocidad , el joven intentando no ser alcanzado por el líder apuro un poco más el ritmo pero sin obtener buenos resultados, era imposible que un soldado con 50 kg en su espalda pudiese  superar a un animal que estaba hecho para desplazarse por grandes distancias a una velocidad continua.

El tiempo continuaba avanzando desgraciadamente para Heinrich y  este continuaba con la tarea que se le había encomendado no solo teniendo que luchar por mantener un buen ritmo y evitar dejar caer piedras de la mochila sino que debía escuchar las palabras del líder que no eran nada amigables las cuales ignoraba ya que el joven no pretendía gastar energías en hablar ; luego de los treinta minutos su cuerpo aun rendía y no mostraba mayores signos de agotamiento  ya que había comenzado a utilizar un  ritmo de trote  controlando su respiración, cada cuatro pasos inhalaba para luego dar otros cuatro y exhalar el aire contenido en sus pulmones, así su cuerpo  controlaba mejor la fatiga y el joven podía preocuparse por evitar votar las piedras contenidas dentro de la mochila, como buen militar la disciplina era algo esencial y Heinrich la aplicaba en muchos aspectos de su vida.

Al cumplirse la hora de haber comenzado la corrida de los diez kilómetros, la fatiga en el cuerpo del joven ya se estaba notando, lo cual no era nada alentador ya que aún le faltaba la mitad del recorrido, piernas pesadas y sus hombros adoloridos por aquellos 50 kg lo estaban complicando en su tarea. Luego de que se le haya caído la piedra a nada más comenzar a correr no había dejado caer ninguna otra  al suelo pero mientras más cansancio sentía el cuerpo la concentración del aspirante se dividía entre intentar mantener su cuerpo en movimiento y con un ritmo constante y evitar dejar caer otra roca al suelo que le costase volver a comenzar todo nuevamente.

Heinrich pasaba por un momento clave, a pesar de que la distancia no era tan extensa los 50 kg en piedras estaban forzando su espalda y hombros causándole problemas para continuar, debía decidirse si detenerse ahora y relajar sus músculos y elongar lo que pudiera por pocos minutos o continuar por los próximos tres kilómetros y detenerse cuando ya no quedase tanto por recorrer -Supongo que es ahora o nunca -dicho eso se detuvo, su juicio le decía que este era el momento indicado. La mochila toco suelo y Heinrich comenzó a respirar profundamente mientras elongaba los músculos de sus piernas, brazos y espalda rápidamente; en todo aquello no tardo más de siete minutos y ya algo más relajado continúo con su carrera.

Haberse detenido por unos momentos lo había ayudado en hacer más llevadera la tarea y ya no le quedaba tanto por recorrer, poco menos de dos kilómetros lo separaban de su victoria pero al joven se le habían acabado los trucos y no estaba dispuesto a detenerse nuevamente, haberlo hecho ya una vez había herido su orgullo lo suficiente. - ¡Vamos! solo un poco más - mientras su velocidad iba disminuyendo mas no sus ganas de terminar con su tarea no tenía nada más que apelar a la fuerza de su corazón y a lo que significaba formar parte de la legión de reconocimiento

El joven se detuvo cayendo de rodillas al suelo intentando recuperar el aliento, el sudor corría por su frente deslizándose por su nariz y mejillas hasta caer desde su mentón al suelo, la mochila con todas las piedras en su interior se encontraba a si lado donde pertenecía, no es la espalda del aspirante pues su tarea había terminado.

Dos horas casi habían pasado cuando el noble ser vio llegar al tipo que con tanto entusiasmo había llamado a las puertas de la muerte, a las puertas que conducían al más aterrador de los infiernos. Dejado atrás minutos antes, se había percatado del tiempo que se había tomado de descanso. Un acto que si bien pudo parecer lógico por aún poseer más tiempo, al rubio había logrado mosquear. Enfurecer a más no poder, pues lo que había hecho había supuesto la total y completa desobediencia a las órdenes, algo que él, el soldado capaz de sacrificar hombres sin temblar un poco siquiera, odiaba desde lo más profundo de su ser.

Esperó paciente a que el tipo llegase donde él y lo vio caer rendido al suelo, arrodillado ante la necesidad del descanso y la falta ya cuasi total de fuerzas. De nuevo la mochila había caído al suelo y, con esta, ya iban tres las veces que él había visto que el soldado perdía peso. Bajó de su corcel y este sacudió su cabeza con elegancia mientras su dueño caminaba hacia el soldado con la misma expresión serena y calma de siempre. La misma que nunca dejaba entrever sus intenciones o su estado de ánimo. De pronto, la bota del soldado entró en contacto con la cara del cadete con la clara intención de tirarlo violentamente al suelo. No fue un simple toquecito lo que recibió, fue una señora patada.

- ¡¿Qué hace descansando, soldado?! -Gritó dejando que su rabia se notase.- ¡¿Por qué desobedece mis órdenes?! ¡Le dije que corriese diez kilómetros con la mochila a cuestas, ¿cuándo dije que podía descansar?! - Una nueva patada tomó el estómago del cadete en pruebas.- ¡Ya le he dicho que nosotros luchamos contra titanes, no nos damos paseos por la pradera! ¡¿Así va a actuar cuando entre en combate?! ¡¿Me va a desobedecer y se va a tomar un descansito en mitad de la pelea mientras sus compañeros mueren?! - Tras darle varias patadas más y castigarlo físicamente aún más de lo que ya estaba, volvió a su corcel y de él tomó un par de tanques de gas, los cuales lanzó al cadete.- En mi grupo, ¡YO SOY LA LEY! Espero que le quede claro, "carnaza". Ahora, cambie sus tanques de gas por los que le he dado. Aquí cerca está el lugar que usamos para entrenar. Como castigo por la desobediencia y no recorrer la distancia dicha en el tiempo fijado, los tres kilómetros siguientes los hará sosteniendo la mochila con los brazos extendidos por encima de su cabeza. 

Recorrida la distancia ya dicha, el corcel tocó una especie de botón situado en el suelo por orden de su jinete y tres muñecos de siete metros de altura se levantaron frente al aspirante. Estaba muy claro qué era lo que debía de hacer, debía matar a los tres muñecos como segunda parte del circuito de entrenamiento. Lo que el soldado no sabía, era que los tanques proporcionados por el noble ser estaban prácticamente vacíos y solo tendría unos pocos segundos antes de que este se agotase. Prácticamente, una vez se lanzase a por el segundo titán, ya no tendría más gas y tendría que acabar con el último con nada más que sus propias espadas, pues su equipo ya no podría asistirlo en combate.- Bien, carnaza, se acabó el calentamiento. Acabe con ellos.

OFF: Disculpa la rudeza de Ele. Se supone que su grupo, el entenamiento, está inspirado en el de los Navy SEALs. O sea, lleva a los soldados al extremo en agotamiento físico y mental.