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Mensaje por Invitado Jue Ago 22, 2013 9:15 am

Un suave suspiro se hizo presente entre los labios de aquella silueta. La figura de una fémina de no más de diecisiete años apenas parecía removerse bajo la suave textura de aquella sábana. Su mirada, algo afinada con el típico estilo oriental, se entre abriría dejando que la oscuridad de sus irises se clavara sobre el techo de aquella cabaña en la que se encontraban. Su respiración no era agitada pero, tampoco, lo era sumamente tranquila. En aquél momento recordó la razón por la cual se había despertado así, tan de repente, porque las imágenes comenzaron a hacer aparición en su mente, frente a sus ojos, como si aún estuviera soñando despierta siendo esto algo que hacía tiempo ya no le ocurría. La imagen de aquél muchacho siendo alzado del suelo y teniendo dificultades para soltarse, la espalda de un hombre de varios centímetros más alta que ella. A ella misma, una muchacha de temprana edad estática, quieta, mirando la situación con temor por no saber cómo hacer frente a aquél hombre pero, sin embargo, llevando un objeto punzante en su mano como amenaza. ¿Ella? ¿Amenazando a alguien? En su vida había hecho más que cuidar los campos con su madre en lo que su padre no estaba en casa, pero aquellos momentos parecían haberse perdido completamente cuando ese grupo de hombres hubiera asesinado a sus dos parientes frente a sus ojos. Aquél chico gritando o eso le parecía debido a que sus sentidos casi parecían funcionar. ¿Gritaba? ¿Qué decía? Sus orbes abiertos de sobre manera por el terror, su mirada clavada de forma fija en aquél individuo o, mejor dicho, en el joven que parecía estar más preocupado por su forma de actuar que por el hecho de que estuviera a punto de morir porque la situación así lo indicaba, dejando en claro que aquél hombre no le perdonaría la más mínima a ninguno de aquellos dos niños...

¡No! No podía permitirle morir, no a él que le estaba ayudando ─ ¡Luchar! ─ eso era lo que él le pedía, que luchara, que enfrentara sus temores, que derrotara a aquellos. Su mirada se entornó poco a poco en aquellos instantes. Su mirada, desde aquél día, no volvería a cambiar o, al menos, no de manera tan rotunda. Un brillo de soledad se haría presente en los irises de la fémina quien empuñando aquél punzante objeto entre sus dos pequeñas manos comenzaría a moverse directamente en dirección al individuo de amarronadas prendas. Un quejido fue lo último que escuchó antes de ver la sangre caer por la espalda de aquél, antes de ver que el afloje cesaba y que en efecto el niño que le había ayudado seguía vivo, respirando...
Eren... ─ sus labiales se entre abrieron con delicadeza. Recordó el lugar en el que estaba pareciendo apenas un tanto perdida al ‘ver’ aquella escena nuevamente, aquella que le atormentaba en ciertas noches de duda ¿Qué hubiera pasado si no hubiera reaccionado? No podía siquiera imaginar la situación que hubiera generado en aquél caso pero lo había hecho, no había temor, no había duda. Se juró que lo protegería y así lo había hecho hasta aquél momento, acatando sus peticiones así como hasta sus caprichos sin rechistar porque la razón era obvia: le debía la vida. En aquél momento decidiría lentamente mover sus piernas tras haber retirado la sábana de su cuerpo, dejando que simplemente fueran sus piernas las que se movieran para poder apoyar las desnudas plantas de sus pies sobre la madera residente en el suelo de la ‘habitación’. Se incorporó con suavidad mientras movía su mano derecha tomando aquella bufanda la cual, debido a su extensión, terminaba siendo arrastrada por algunos pares de metros antes de poder dar finalmente con la salida del lugar donde la alzaría lo suficiente a fin de no ensuciar tan apreciada prenda.

Sus pasos comenzaron a sonar lentamente por la habitación. Colocándose aquella prenda de color rojo decidió salir fuera del lugar, infringiendo el toque de queda que el capitán había hecho saber el día de ingreso por una simple razón: estar en aquella habitación no le relajaría ya que lo que necesitaba era un poco de aire. Sus prendas eran blancas, aquellas prendas de dormir que usaban los miembros del ejército, siendo la de la joven en dos partes para brindarle mayor comodidad a la hora de moverse aunque no lo hacía mucho en las noches curiosamente. Sus pasos eran lo único que resonaba en la noche la cual aproximadamente daba las doce y algo más, tal vez, debido a la posición del satélite en el cénit de la bóveda celeste. Sus lentos pasos fueron los que la guiaron hasta aquél espacio. La soledad de la noche, la compañía de ella le relajaba bastante y, además, también la brisa que soplaba era de aires tan puros que solo podía inhalar lentamente para disfrutar de aquél momento con total tranquilidad. Alcanzó aquella roca, esa que estaba cerca de la bajada de la colina en la que se encontraba su campo de entrenamiento, sentándose en ella y disfrutando de la vista: el lago era tan calmo en el día que incluso parecería ser de otro mundo, un lugar inalcanzable. Sus orbes se perdieron en aquél, en el reflejo de  la luna para con las cristalinas aguas hasta que fue un suave sonido, el de una rama quebrarse, lo que hizo que la mano izquierda de la joven se alzara hasta su hombro a fin de tomar la bufanda roja, esa que se convertiría en un arma al momento de sentirse amenazada ─ ... ─ sin articular palabra alguna solo se atrevió a mirar con detenimiento, llevando apenas sus irises en aquella dirección y, su rostro, siendo virado algunos centímetros para una mejor visual.

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Anonymous
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