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These feelings are correct? Why I am happy? { Hibari Hyoya - Yui Malek }
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These feelings are correct? Why I am happy? { Hibari Hyoya - Yui Malek }
Es tan difícil pertenecer a la Legión de Reconocimiento dirían algunos. Pero otros eramos solamente "arriesgados" de la vida, por lo que eran muchos los comentarios que venían de la gente hacía nuestra institución. Para mi, era una oportunidad a la cual había que trabajar mucho en aquello, para que así seamos un granito de arena para poder solucionar todo el tema de los Titanes, investigar sobre aquellos y ver cual es la razón de su existencia ya que sin nosotros, y bueno de la ayuda de todos, no podríamos lograrlo.
Pero bueno, cambiando un poco de tema. Me encontraba caminando sumamente alegre en una de mis rondas solitarias que yo hacía todos los días. Debido a que para mi mala suerte yo no era una muchacha que se juntaba mucho con la gente, a lo más con Drew, pero más que eso no... Era un poco tímida en el tema de las relaciones amistosas, pero en los momentos que había que actuar me ponía sumamente seria. Pero gran parte de eso, pasaba debido a que la gente no confiaba en mi, debido a que yo era muy menor "en apariencia y edad" por lo que muchos decían que fue "un error" postular a la Legión, ya que simplemente sería un estorbo, pero yo quería tapar bocas y demostrar que no lo era. Tenía toda la intención de ser alguien y que me reconocieran, o al menos eso era lo que yo intentaba, ya que muchas de las veces me pasaban cosas malas pero siempre con la frente en alto.
— ¡Está tan lindo el día! — dije en modo de pensamiento, pero en voz alta, aunque la situación que vivíamos todos los ciudadanos de los muro era bastante difícil, yo siempre veía lo hermoso de todo lo que había. Era una muchacha bastante positiva por lo que me gustaba mucho alegrar a los demás con mi alegría, por más crudo y duros que sean los momentos que haya que sufrir. Si que caminando con mi uniforme miraba para todos lados tranquilamente, como si nada más importara.
— ¿Tu eres de la Legión mocosa? — se oyó una voz de un hombre bastante molesto hacía mi persona. Yo miré rápidamente y miré fijamente al hombre, ya que si se refería a mi, no podía demostrar ser una débil. — Si, soy de la Legión. ¿Qué sucede? Y me permitiría decirle algo... Yo no soy n-ninguna mocosa. — dije firme, ya que no me gustaba que me tratasen así sin ninguna causa alguna.
Por lo que el hombre me miró y comenzó a reír de una manera muy burlona. Yo miré un poco confundida la situación ya que no entendía lo que estaba queriendo decir aquel hombre. Miré preocupada por lo que el hombre se acercó hacía mi, y como este era mucho más alto que yo posó su mano en mi cabeza y me dijo lo siguiente — ¿Crees que voy a dejar que mi vida esté en tus manos? ¿Mocosa de mierda? — lo dijo sumamente hiriente, por lo que con mis manos dirigí hacía mi equipo, pero otro hombre apareció que me tomó mis ambas manos sin poder moverme, estaba totalmente reducida.
— A-Auch... — me quejé del dolor, por lo que seguí — Suélteme por favor. — dije sin más ni menos, por lo que el hombre muy molesto, su rostro estaba totalmente con rabia con su mano comenzó a tirarme el pelo para poder levantarme de este. El dolor que tenía era bastante grande por lo que grité del dolor — ¡Kyaaaaa! ¡Suélteme... O-Onegai! — dije casi suplicándole, por lo que el hombre de la misma altura en la que me tenía sostenida con su otra mano me pegó en el estómago para mandarme a volar contra un muro y yo cayendo dramáticamente al suelo.
— ¿Lo ves? Si no puedes conmigo, mucho menos podrás contra un titán. — dijo el hombre sumamente molesto conmigo, por lo que yo sin rendirme, intentaba levantarme y me limpiaba mi boca con la sangre que boté por el golpe. Sin ningún rastro de miedo en mi mirada y le dije — Al menos... Yo soy un ave que intenta volar para encontrar la paz... N-No como usted que se queda quieto sin hacer nada por s-su vida... — dije firme, mientras que el dolor era tan grande que caí rápidamente al suelo. ¿Sería mi fin?
Pero bueno, cambiando un poco de tema. Me encontraba caminando sumamente alegre en una de mis rondas solitarias que yo hacía todos los días. Debido a que para mi mala suerte yo no era una muchacha que se juntaba mucho con la gente, a lo más con Drew, pero más que eso no... Era un poco tímida en el tema de las relaciones amistosas, pero en los momentos que había que actuar me ponía sumamente seria. Pero gran parte de eso, pasaba debido a que la gente no confiaba en mi, debido a que yo era muy menor "en apariencia y edad" por lo que muchos decían que fue "un error" postular a la Legión, ya que simplemente sería un estorbo, pero yo quería tapar bocas y demostrar que no lo era. Tenía toda la intención de ser alguien y que me reconocieran, o al menos eso era lo que yo intentaba, ya que muchas de las veces me pasaban cosas malas pero siempre con la frente en alto.
— ¡Está tan lindo el día! — dije en modo de pensamiento, pero en voz alta, aunque la situación que vivíamos todos los ciudadanos de los muro era bastante difícil, yo siempre veía lo hermoso de todo lo que había. Era una muchacha bastante positiva por lo que me gustaba mucho alegrar a los demás con mi alegría, por más crudo y duros que sean los momentos que haya que sufrir. Si que caminando con mi uniforme miraba para todos lados tranquilamente, como si nada más importara.
— ¿Tu eres de la Legión mocosa? — se oyó una voz de un hombre bastante molesto hacía mi persona. Yo miré rápidamente y miré fijamente al hombre, ya que si se refería a mi, no podía demostrar ser una débil. — Si, soy de la Legión. ¿Qué sucede? Y me permitiría decirle algo... Yo no soy n-ninguna mocosa. — dije firme, ya que no me gustaba que me tratasen así sin ninguna causa alguna.
Por lo que el hombre me miró y comenzó a reír de una manera muy burlona. Yo miré un poco confundida la situación ya que no entendía lo que estaba queriendo decir aquel hombre. Miré preocupada por lo que el hombre se acercó hacía mi, y como este era mucho más alto que yo posó su mano en mi cabeza y me dijo lo siguiente — ¿Crees que voy a dejar que mi vida esté en tus manos? ¿Mocosa de mierda? — lo dijo sumamente hiriente, por lo que con mis manos dirigí hacía mi equipo, pero otro hombre apareció que me tomó mis ambas manos sin poder moverme, estaba totalmente reducida.
— A-Auch... — me quejé del dolor, por lo que seguí — Suélteme por favor. — dije sin más ni menos, por lo que el hombre muy molesto, su rostro estaba totalmente con rabia con su mano comenzó a tirarme el pelo para poder levantarme de este. El dolor que tenía era bastante grande por lo que grité del dolor — ¡Kyaaaaa! ¡Suélteme... O-Onegai! — dije casi suplicándole, por lo que el hombre de la misma altura en la que me tenía sostenida con su otra mano me pegó en el estómago para mandarme a volar contra un muro y yo cayendo dramáticamente al suelo.
— ¿Lo ves? Si no puedes conmigo, mucho menos podrás contra un titán. — dijo el hombre sumamente molesto conmigo, por lo que yo sin rendirme, intentaba levantarme y me limpiaba mi boca con la sangre que boté por el golpe. Sin ningún rastro de miedo en mi mirada y le dije — Al menos... Yo soy un ave que intenta volar para encontrar la paz... N-No como usted que se queda quieto sin hacer nada por s-su vida... — dije firme, mientras que el dolor era tan grande que caí rápidamente al suelo. ¿Sería mi fin?
Yui A. Malek- Cadete LDR
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Re: These feelings are correct? Why I am happy? { Hibari Hyoya - Yui Malek }
El agudo sonido de una tonada canción me hizo despertar aquella mañana especialmente pronto. Normalmente me habría molestado en exceso y no habría dudado en abrirle la cabeza a aquel sujeto que se hubiera atrevido a sacarme de mi sueño ligero. Sin embargo, en esa ocasión era diferente, no podía hacerlo, pues sabía que el tono de aquella voz era de algo a lo que jamás podría hacer daño, una de las pocas cosas que apreciaba verdaderamente en la vida. Abrí los ojos con lentitud y clavé mi mirada en la pequeña ave amarillenta que, desde el marco de la ventana abierta (siempre he estado acostumbrado a dormir así) no dejaba de repetir una y otra vez la misma canción, con el mismo tono y el mismo ritmo. ¿Quién le habría enseñado algo así a aquel pájaro? No lo sabía, pero sin lugar a dudas me resultaba una melodía agradable. Incluso podría llegar a acostumbrarme a despertarme todas las mañanas con algo como aquello.
Tras cerca de un minuto en la cama, tratando de estar más cerca del mundo terrenal que del de morfeo, acabé por incorporarme y salir de la cama. Un escalofrío recorrió mi cuerpo: aun no había salido el sol del todo y la mañana estaba muy fría. Dediqué cerca de una hora para hacer los arreglos de recién levantado: lavarme la cara, los dientes, hacer los ejercicios físicos diarios (quinientas flexiones, quinientos abdominales y romper un par de jarrones mientras practicaba mi combate con las tonfas en una habitación demasiado pequeña para ello), ducharme, vestirme y, finalmente, tomarme un café bien cargado con una leve porción de azúcar.. Una vez transcurrida la primera hora después de levantarme ya sentía mi cuerpo como nuevo, preparado para un nuevo día aburrido en el que iba a tener que hacer quién iba a saber qué cosas. No me gustaba seguir las órdenes de mi superior en la legión de reconocimiento al pie de la letra, es más: odiaba seguir las órdenes de cualquier persona; pero sabía que si me comportaba como el rebelde de la legión y me negaba en rotundo a hacer cualquier cosa que me pidieran, a la hora de salir al exterior no me permitirían acompañarles, y si había algo para lo que yo vivía era para enfrentarme a esos seres de cara horripilante y cuerpo deforme. Sí, creo que les llamaban titanes. En fin: si algo quería algo tenía que dar, esa era la regla en la vida, por muy poco que me gustara. Antes de salir de la habitación principal del piso alargué el brazo izquierda en dirección a la ventana; el ave amarilla, que aun se encontraba sobre el alféizar descansando, alzó el vuelo y se acercó hasta llegar a mí y colocarse sobre mi hombro. Le acaricié la cabeza con delicadeza y acabé saliendo de la casa dejando un sonoro portazo tras de mí.
Ya eran casi las siete de la mañana, pero las calles de Trost estaban casi desérticas. La gente de a pie no solía ponerse en marcha al menos hasta avanzada la mañana, a excepción de aquellas personas que se veían obligadas a madrugar por su trabajo. Yo se suponía que tendría que ser de esas personas, pues teóricamente mi rutina empezaba a las seis de la mañana, pero normalmente me permitía descansar hasta las diez, y hasta las once no me ponía en marcha. Aquella era una situación especial que solo se debía al ánimo madrugador de mi amigable compañero. Una vez en la calle me dirigí hacia el edificio departamental de la legión de reconocimiento, donde tenía que recibir la rutina del día, la cual se basaba en llevar a cabo un reconocimiento a lo largo de todo el distrito junto a una compañera de la legión: Yui A. Malek. Traté de discutir con mi jefe para que me cambiara o bien la tarea o bien la compañera con la que la había de llevar a cabo y desperdicié casi tres cuartos de hora con esta charla sin fin, sin lograr victoria alguna. Al ver que era imposible hacer ceder a aquel sujeto me limité a clavar una mirada asesina sobre sus ojos y desenvainar mis dos tonfas, las cuales siempre llevaba conmigo: resguardadas en la cintura. Durante varios minutos tanto él como yo temimos que en los próximos segundos se armara una batalla campal que acabara dándonos problemas a ambos (más a mí que a él, por supuesto), mas finalmente acabé cediendo y guardando mis armas. Me limité a dar la espalda a aquel sujeto y dirigirme allá a donde me viniera en gana. No tenía porque seguir sus órdenes al pie de la letra, y menos si "ella" estaba de por medio.
Yui A. Malek, ¿Tanto me odiaba el destino como para haber metido a una persona así en medio de mi vida? No es que fuera una persona especialmente irritante (ahora que lo pienso, ¿Acaso no lo eran todas las personas que conocía?), ni tampoco me había hecho nada ni importunado en ningún momento... pero me traía recuerdos, muy malos recuerdos que querría haber dejado enterrados tiempo atrás. Yui era la viva imagen de mi hermana muerta hacía ya casi cinco años. Al mirarle a la cara, con aquellos ojos claros, su cabellera rojiza y su gesto inocente no podía evitar acordarme al último miembro de mi familia que pereció en mis brazos, y hacía que todo el dolor que sentí en ese momento se volviera a repetir. Era por eso que no me gustaba estar con ella cerca, podría decirse incluso que le tenía miedo. Pero aun así... por alguna razón, no podía evitar preocuparme por ella. Sí, podéis llamarme tsundere, bipolar o como os venga en gana, pero así eran las cosas. El verla como mi hermana hacía que en mi corazón renaciera ese sentimiento protector que me instaba a preocuparme por su bienestar y a querer defenderla de todos los males que se pudieran imponer en su vida, lo cual era difícil de hacer al mismo tiempo que trataba de evitarla. No sabía qué hacer, sinceramente, no tenía ni la más mínima idea de qué era lo que debía hacer.
Durante largo tiempo mi mente divagó entre estos pensamientos, y mis pies andaban instintivamente sin que yo controlara su destino. Al cabo de media hora fue un ligero picotazo de Hibird (este era el nombre que le había dado a mi pájaro y amigo) en el cuello el que me hizo dar un respingo y mirar al frente. Me encontraba frente a la muralla Rose, lo que significaba que sin quererlo había acudido precisamente al sitio a donde se suponía había de llegar para patrullar. Mi respiración se cortó y estuve a punto de dar media vuelta y volver por donde había venido, pero en ese momento pude ver dos figuras que me llamaron la atención. Una de ellas pertenecía a un hombre completamente desconocido, y la otra era la de Yui, quien parecía encontrarse en algunos problemas frente a él. Me encontraba a poco más de cuatro metros de ellos, pero al parecer no habían reparado en mí, por lo que pude quedarme quieto y observar el desarrollo de la escena. Cuando el varón increpaba con palabras a la muchacha la ira ya empezaba a hervir en mi interior, y cuando vi como la cogía del pelo, la alzaba del suelo y la lanzaba contra el muro no pude evitar que toda esa ira explotara de forma radical. Bueno, también estaba en las tareas de la legión adoctrinar a las personas que actuaban de mala manera... y si no lo estaba, a partir de ese momento lo estaría entre las mías.
-Kamikorosu...-enunció mi voz siseante.
Justo después de que la chica fuera lanzada y se estampara con violencia contra el muro me giré en dirección a aquel sujeto con complejo de lanzador en un partido de baseball. Desenvainé las tonfas en cuestión de un instante y en menos de un segundo, con un solo movimiento, ya me encontraba a la altura de él. Al encontrarme frente a él mi cuerpo llevó a cabo un giro de 360 grados, en cuyo proceso golpeé dos veces al sujeto: una a la altura de las costillas y el segundo a la altura de la mandíbula (en las costillas con el arma zurda, en la mandíbula con la diestra). Con ambos golpes pudo escucharse un claro sonido de quiebre: "crack", denotando que tanto las costillas como la mandíbula habían sufrido graves daños. Finalmente, tras los dos impactos, me limité a golpear al sujeto con una patada lateral que se incrustó en su ominiosa barriga, haciéndole salir disparado hacia atrás, caer al suelo y rodar al menos por diez metros, alejándose de nuestra posición. Una vez acabado el ataque me quedé quieto, erguido, limitándome a clavar una mirada oscura y rabiosa en aquel sujeto. Él, recuperándose casi tres minutos después del impacto, al principio parecía interesado en replicarme y gritar algo, pero tras ser testigo de la ira cargada en mi mirada no pudo hacer otra cosa que incorporarse y salir corriendo de aquella escena.
Con el hombre fuera de escena me giré hacia el lugar a donde había ido a parar Yui. El impacto había sido fuerte, pero no mortal, por lo que probablemente ella sería capaz de levantarse por su cuenta al cabo de unos pocos minutos, no requería de mi ayuda. Quedé durante otro minuto tan solo mirándola, pensando en si seguir mi marcha o involucrarme con ella y ayudarla. Finalmente, mostrando una mueca de disconformidad y molestia conmigo mismo, al tiempo que frunciendo el entrecejo, acabé girando mis pasos hacia ella y avancé hasta donde ella se encontraba. Una vez aquí le tendí la mano, ofreciéndosela para ayudarle a levantarse. Sin embargo, no quería que creyera que me estaba preocupando por ella, así que al tiempo que lo hacía desvié el gesto hacia la izquierda y musité con una voz que intentaba aparentar verdadera molestia:
-Vamos, levanta... te acompañaré a que te miren esas heridas. No podrás trabajar bien si te quedas en ese estado.
Hibari Kyoya- Mensajes : 6
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