La Loba y el Cordero {Christa Renz}

El sol comenzaba a esconderse en el horizonte, los últimos rayos del día se colaban por encima de la muralla de cuarenta metros, iluminando las partes superiores de los pocos edificios altos que hay en el Distrito Trost; luego del ataque a este lugar por los titanes, muchos edificaciones resultaron destruidas, en especial las más altas. Fue una dura batalla, cientos de vidas importantes se perdieron, los civiles fueron trasladados y... un escalofrío recorre mi espina dorsal con tan sólo recordar el amargo momento que tuvimos, a pesar de que ya han pasado meses, la sensación continúa viva. Ahora formo parte de la Legión de Reconocimiento, que tampoco ha sido fácil de enfrentar. Como los novatos que somos, nos encargan las tareas más pesadas que los superiores no desean realizar debido a que no se les pega la gana. Entre estas actividades se encuentran mandar mensajes, hacer las compras de alimentos o armas, hacer la limpieza y demás cosas que resultan ser una carga. Hoy, me ha tocado limpiar un pequeño cuartel junto con dos personas más, un cuartel que no se ha usado en años y que estaba tan sucio que daba un asco tremendo. Al final, tuvimos que pedir más ayuda porque era imposible que quedara impecable a mano de tres simples personas. Suerte que ya todo acabó.

Ahora mismo, me encuentro caminando en las desoladas calles del Distrito, a esta hora, pocas personas se encuentran fuera de sus casas, sólo los comerciantes cerrando sus negocios son vistos, y no son tantos que digamos. Llevo la boquilla de la cantimplora que poseo en la mano a mi boca y me refresco tomando la poca agua que queda de esta. Puede que haya sido una mañana y tarde dura, pero ahora tengo la posibilidad de encontrarme con Ymir, la única verdadera amiga que he hecho desde que éramos recluta. "Debo llegar pronto al lugar de encuentro, se me ha hecho tarde y no quiero preocuparla" pienso y acelero el paso, luego de unos segundos, comienzo a trotar para así llegar aún más temprano. Sin embargo, el llanto de una niña causa que pare en seco. Me acerco a la pequeña que se encuentra sentada contra el muro de una casa, tal vez sea la de ella. Me pongo a su altura y le dedico una leve sonrisa cuando me mira— ¿Qué te pasa, pequeña? —la niña me explica que se le ha perdido su gatito mientra jugaba. Llevo una de mis manos a su cabello y se lo acaricio con ternura— No te preocupes, yo te ayudaré a buscarlo —le ofrezco mi mano y ella titubea un poco, pero la acepta y ambas nos levantamos, comenzando a caminar mientras le preguntaba sobre como era su mascota, para así comenzar con la intensa búsqueda.

No pasó mucho tiempo desde que me encontré con la pequeña, su gatito apareció sano y salvo en el techo de otra casa, y gracias al equipo de maniobras tridimensionales, fui a por el gato, se lo entregué y la acompañé a su casa. Me dio las gracias y entró a la edificación, donde su madre la esperaba preocupada. Rápidamente, comienzo a correr en dirección a la muralla, preocupada por lo que esté pensando Ymir ahora mismo, tal vez se haya ido... ¡No! Ella no haría eso, ella sí que me esperaría. Llego a la muralla y apunto el gatillo al concreto, lo presiono y el gancho sale disparado, agarrándose del concreto fácilmente. Accionó el equipo y voy subiendo gracias a él, hasta llegar a la parte superior. Miro a todos lados, buscando a la morena con la mirada, y allá estaba. Sonrío y corro lo más rápido posible hasta donde esta ella, tratando de no perder el equilibrio para no caer a cualquiera de los dos lados de la muralla. Llego cansada donde ella, caigo de rodillas y empiezo a tomar enormes bocanadas de aire— Pe-Perdón por llegar tarde —sigo llenando mis pulmones de oxígeno para continuar hablando— Luego de limpiar el cuartel, ayudé a una niña a buscar a su mascota. En serio, lamento la tardanza —me siento frente a ella y le dedico una sonrisa. Escucho unos sonidos extraños y me doy cuenta que no muy lejos había un pequeño perrito comiendo de un ave muerta. Aterrador, pero esa es su naturaleza— Oh, un perrito acá arriba, eso si que es extraño —me acerco al perrito y le acaricio la cabeza y por detrás de la oreja, él comienza a ladrar con alegría al sentir las caricias y yo sólo suelto una risita. Me alejo del perrito y me siento al lado de mi compañera— ¿Acaso lo trajiste, Ymir? —doblo las piernas y abrazo mis rodillas, fijando mi celeste mirar en la morena.